Son muchas las veces en las que probablemente nos paramos a pensar en los problemas que existen en el mundo… Y eso lleva su tiempo, porque desde luego no son pocos.
Tengo una innegable costumbre… Me gusta analizar a las personas. Soy muy observadora y cada vez que me encuetro con alguien (sobre todo si es conocido y puedo verlo con frecuencia) me gusta fijarme en su comportamiento, en su manera de expresarse, de reaccionar, y ya puestos, me gusta intentar encontrar la razón por la cual es como es. No sé si es friki, o sólo una mala costumbre, pero creo que me ayuda a entender un poco más a la humanidad y ser más empática y tolerante.
En este pequeño estudio personal me he dado cuenta de que, entre más ambición de conocimiento, más competencia cultural, y más perfeccionalismo exista, menos tolerancia hacia los demás. ¿Dónde está el límite? Es decir… educamos a la sociedad para aprender, para conseguir llegar a unas metas personales y profesionales, que en realidad muchas veces ambas van unidas de la mano, pero ¿se nos olvida educar los sentimientos?
Por supuesto hablo de manera muy general y sólo basándome en el pequeño estudio personal que he ido haciendo a lo largo de mi existencia. Cada personalidad es un mundo, pero es cierto que, cuando se educa a un niño/a a ser ambicioso, cuando crece y desarrolla esta personalidad, terminan olvidándose de tolerar quizás que el resto de personas no le de la misma importancia que él o ella a esos objetivos o a que el resto de personas no lleguen a alcanzar esos objetivos con la misma rapidez, eficacia, o simplemente no lo hagan porque no puedan. Y creo que es cuando muchos de ellos empiezan a caer en la trampa del ego.
En pensar que cualquier persona que no tenga sus conocimientos o no le de importancia a tenerlos son de un nivel inferior. Nos educan como robots, para diferenciar el negro del blanco, el hombre de la mujer, el listo y el tonto, el rico del pobre, la estrella del estrellado… Pero existe un abanico gigantesco de colores, de personalidades, de niveles salariales, de inteligencia y de diferentes tipos de éxitos en la vida. ¿En qué parte del camino se nos olvidó enseñar esto a la sociedad? O ¿en qué momento se nos olvidó?
Día a día veo faltas de tolerancia en todo tipo de personas. Con los extranjeros, con las personas mayores, con los hijos, con nuestros padres, con animales cuando no comprendemos a veces que no puedan razonar como nosotros, con el vecino, con cualquiera que no piense, actúe, o aprenda como nosotros o nuestro círculo conocido. Realmente creo en el aprendizaje más allá de los libros. Creo en el aprendizaje personal, en saber no sólo vivir en este mundo, sino en saber compartirlo. Saber hacer sentir a cualquier persona que vive una vida diferente pero en el mismo suelo que tú, cómoda y comprendida, es vital para vivir mejor.
Cada persona vive una lucha personal, cada persona ha vivido una historia y continua escribiendo su biografía… La distinción nos hace únicos, no mejor o peor. Hay una frase de Albert Einsten que me encanta y dice así; “ Si juzgas a un pez por su habilidad de trepar árboles pensará toda su vida pensando que es inútil”. Tan simple como esto. Sabe apreciar los puntos fuertes o habilidades de las personas es lo que realmente ayuda a que progresen. Destacar las debilidades en forma de desprecio puede crear una competitividad (dañina o beneficiosa) o hundir toda esperanza de progreso, o hacer dudar de la valía de sí mismo.
La modestia y tolerancia son imprencindibles para no caer en la prepotencia y egocentrismo. Cuando dejas de mirar al otro con superioridad te das cuenta de que existen millones de cosas de las que puedes aprender de él también. Virtudes y conocimientos que quizás tú no tienes o no habías aprendido. Eso, directamente, te llevará a progresar y crecer personal y culturalmente, además de no colaborar con la humillación intelectual hacia la otra persona.
Todos salen ganando ¿No?
El mundo cambiará cuando sepamos admirar la diversidad en lugar de señalarla desde lo alto de un pedestal. Cuando en lugar de criticarte, intente entenderte. Cuando en lugar de juzgarte por lo que haces mal, aprenda y admire lo que haces bien.
La evolución no sólo debe ser cultural, también psicológica y por supuesto personal.